Mundos Freakticios

Cine y literatura con un puntillo freak.

5/31/2006

Días extraños

Hoy toca película, "Días extraños" (Strange days, 1995), dirigida por Kathryn Bigelow.

Ciencia ficción en la más pura línea dickiana que, de forma harto inexplicable, sigue siendo feudo exclusivo de unos pocos entusiastas, sin que haya conquistado el estatus de película de culto que otras cintas obtienen con menos méritos. Tal vez se deba a que se trata de una ciencia ficción "próxima", con su clímax desarrollándose en la nochevieja del año 1999. Pese a ello, podemos perfectamente imaginarnos que todo sucede en vísperas del 2010 y asunto arreglado (el año no es relevante, siempre podemos imaginarla en un futuro cercano).

El desencadenante de los acontecimientos, y lo que le confiere su interés como película de ciencia ficción, es el SQUID, un sistema para grabar y reproducir sensaciones (visuales, olfativas, sonoras, táctiles y gustativas). En esencia, consiste en un procedimiento por el que el usuario se mete en la piel de otra persona y vive experiencias por mediación suya (un precedente podemos encontrarlo en "Un mundo feliz" de Aldous Huxley, con películas, eróticas, por supuesto, que pueden "sentirse"). El protagonista, Lenny Nero (Ralph Fiennes), es un ex-policía, un típico perdedor que trafica con grabaciones extremas (que no impliquen la muerte del "molde"). Cierto día recibe de forma anónima un disco que contiene, desde la perspectiva del agresor, la violación y asesinato de una amiga. La búsqueda del culpable le lleva a destapar un caso de corrupción cuya divulgación podría tener resultados catastróficos, pues implica el asesinato de un rapero con fuerte ascendencia sobre la comunidad negra de Los Angeles (la idea proviene de los disturbios raciales que se desencadenaron a raíz del apaleamiento por la policía de Rodney King en 1991).

Kathryn Bigelow es una magnífica, aunque poco prolífica directora cuya película más famosa es "Le llamaban Bodhi" (1991). Por desgracia, sus películas no suelen funcionar en taquilla (para muestra, "K-19: the Widowmaker", una superproducción con Harrison Ford como capitán de un submarino nuclear ruso condenado, que apenas recaudó 60 millones de dólares en todo el mundo frente a un presupuesto de 100, sin contar publicidad). "Días extraños" no es una excepción. Presupuestada en 42 millones apenas recuperó 8 en su distribución americana, y eso pese a contar con un Ralph Fiennes justo entre "La lista de Schindler" y "El paciente inglés".

Del resto del reparto destacan Angela Bassett, como miembro de la antigua pandilla de Lenny, que ahora trabaja como conductora/guardaespaldas; Tom Sizemore, antiguo compañero y "amigo", un tanto raro; y, especialmente, Michael Wincott, en otro de sus memorables papeles de malo (justo al año siguiente de "El cuervo"). El guión es obra del ex-marido de Bigelow, el rey del mundo en persona, James Cameron (su único otro guión cinematográfico no dirigido en persona fue el de "Rambo"). Cameron también trabajó en la edición de las escenas de acción, aunque su labor no fue reconocida por el sindicato de editores americano. Para acabar con la parte técnica, sólo me resta hacer mención de la "extraña" pero eficaz banda sonora, obra de Peter Gabriel y Graeme Revell.

A destacar, las escenas en primera persona (se construyó una cámara especial para poder imitar los movimientos oculares), que nunca antes ni después han sido tan complejas en su ejecución, y el espectacular clímax en plena celebración de fin de año (una auténtica obra maestra, tanto desde un punto de vista dinámico como estético). En contra, tal vez un ritmo un poco inconstante y una duración excesiva (145 minutos), así como la relación bastante anodina entre Lenny y su ex-novia (Juliette Lewis).

"Días extraños", una de las mejores historias de ciencia ficción jamás rodadas.

5/30/2006

The war of the flowers

No, no se trata de una novela histórica (aunque de ésas es posible que verse alguna entrada en el futuro), sino de una obra de fantasía (a la vez clásica e innovadora) del escritor norteamericano Tad Williams.

Tad saltó a la primera plana del fantástico internacional con la publicación, entre 1989 y 1994, de la tri(tetra)logía "Añoranzas y pesares" ("Memory, sorrow and thorn"). Obra mastodóntica encuadrable en el subgénero conocido como High Fantasy (grandes territorios, guerras, razas mágicas y demás parafernalia), muy deudora tanto del maestro Tolkien como de los mitos artúricos, aunque con suficiente personalidad propia para desmarcarse de ambos y conformar un estilo propio. Con posterioridad, ha explorado también la ciencia ficción, con la saga (no menos gargantuesca) de Otherland (vendría a ser una especie de cyberpunk opera). En la actualidad, volviendo a los orígenes, está en pleno proceso de escritura de una nueva saga de fantasía: Shadowmarch.

Entre medias, escribió la novela que nos ocupa (y que, por lo que sé, nadie tiene previsto publicar en castellano). Se trata de un solo tomo, pero es Tad, así que son cerca de 800 páginas de detallistas descripciones y acumulación de personajes (puede tardar dos o incluso tres años en publicar cada nuevo volumen). En pocas palabras, "The war of the flowers" narra las peripecias de Theo en fairyland, justo cuando este mundo mágico se ve convulsionado por guerras por el poder entre los fairylords y además se ve abocado a la degradación (física y moral) de un industrialismo (mágico) exacerbado.
Habréis comprobado que no he intentado traducir ni fariryland ni fairylord. La verdad es que es una cuestión peliaguda (si alguna editorial se anima a importarlo) ya que emplea el concepto anglosajón de fairy, que no se traduce exactamente como hada (aunque sea ésta la forma "oficial"). Los "cuentos de hadas" tradicionales poco tienen que ver con las versiones edulcoradas que nos han llegado, sino que tratan de criaturas mágicas a menudo peligrosas y a veces hostiles hacia los seres humanos.

El protagonista se ve arrastrado hacia un mundo cuyas reglas desconoce, guiado por una hadita alada, Applecore (que pronto se dedica a derribar todo prejuicio que Theo o el lector pudiera tener), y perseguido por una misteriosa criatura asesina. Tad Williams esboza un mundo a la vez extraño y familiar, desmitificando la magia (que para ellos es algo natural) y mostrando personajes que, pese a su naturaleza feérica, son impulsados por pasiones no demasiado diferentes de las nuestras. Lo curioso es que, a pesar de su continua labor iconoclasta, la historia sigue siendo muy clásica en su estructura y en su... aroma. Las diferencias nos sirven de contraste para redescubrir el mundo de la magia, y el paralelismo con nuestro mundo cotidiano está mostrado no tanto con ánimo moralizante o alegórico, como simplemente expositivo.

Una gran obra a descubrir (aunque por ahora tenga que ser en su idioma original y vía Amazon).

Actualización: Acabo de verla a 12 eurillos (+6 de gastos de envío) en la tienda online de Cyberdark, donde también puede obtenerse la serie de "Añoranzas y pesares" (la de Otherland no está completa, ya que su publicación por Timun Mas se vio interrumpida). Veréis que últimamente las editoriales tienden a partir por la mitad libros para sacar más tajada. Por ello, recomiendo la compra (un poquito más cara) de la edición en tapa dura y un solo tomo por volumen (aunque por desgracia la edición original, que era más bonita, ya está agotada).

5/29/2006

La esposa de Allan

El primer comentario sobre una obra literaria va a estar dedicado a una de las novelas menos conocidas del gran Henry Rider Haggard: "La esposa de Allan", escrita en 1889. En los tiempos que corren, cualquier libro escrito aunque sólo sea unas pocas décadas atrás ya es freak (o, mejor dicho, quien lo lee es freak, en la acepción de "rarito" de la palabreja), pero es que además la obra de Haggard es fundamental para quien aspire a comprender la evolución del género fantástico (desde la novela de aventuras de toda la vida) a las puertas del siglo XX; Burroughs, Howard, Lovecraft y tantos otros exploraron senderos que él abrió.

Ante todo hay que reconocer que "La esposa de Allan" no alcanza la talla de las obras más famosas en torno a Macumazahn (el que mantiene sus ojos abiertos): "Las minas del rey Salomón" (1885) y "Allan Quatermain" (1887), pero es que ahí ya estamos hablando de palabras mayores. En la novela que nos ocupa, Haggard da rienda suelta a su fascinación por el África salvaje y misteriosa que ni siquiera el propio autor llegó a conocer (los hechos narrados acontecen unos quince o veinte años antes de que Haggard llegue a Sudáfrica en 1875). En el mismo texto su personaje se lamenta de que las cosas "yo no son lo que eran". Constituye pues, una visión idealizada de la aventura en su estado más puro. Un viaje hacia lo desconocido, más allá de los espacios en blanco del mapa.

En sus (escasas) páginas asistimos a duelos de rayos entre hechiceros negros, cacerías de elefantes, sangrientas incursiones zulúes, desiertos, misteriosos vestigios de razas desaparecidas, una mujer-bestia y muchos otros episodios sorprendentes, de los que Allan Quatermain sale vivo gracias a sus aptitudes naturales y a los consejos de Indaba-zimbi, un viejo brujo cafre. Pese a que, una y otra vez, Haggard se esfuerza por proporcionar una explicación racional a los diversos incidentes que rozan lo sobrenatural, lo cierto es que se percibe, allá al fondo, la esperanza insinuada de que lo inexplicable aún tiene lugar en un mundo cada vez menos maravilloso (y han pasado más de cien años de "progreso" y racionalismo desde entonces). Por último, hay que mencionar la atmósfera de aciaga predestinación que lo envuelve todo, no demasiado ajena a la obra de este autor, cuyos personajes se ven a menudo abocados hacia la tragedia, asumida con un fatalismo que se hace extensible al lector (para ver su exponente máximo, recomiendo encarecidamente "Eric Ojos Brillantes", una epopeya vikinga escrita en 1891).

Dejando aparte estas consideraciones, "La esposa de Allan" también puede leerse como una extraordinaria novela de aventuras, dejándonos llevar por el enigma de los kraals de mármol, las primitivas pasiones de Hendrika, la mujer-mandril, y las vivencias de uno de los mejores personajes que ha dado la literatura, Macumazahn, Allan Quatermain, el arquetipo del gran cazador blanco enamorado de África, de sus gentes y de sus misterios.

5/28/2006

X-Men: La decisión final

Primera entrada "de verdad" para la ¿última? entrega de las aventuras cinematográficas de nuestros mutantes favoritos.

Para empezar, unos pocos antecedentes:

Corría el año 2000, en aquella lejana época (el siglo pasado, ni más ni menos), lo de las adaptaciones de tebeos (comics de aquí en adelante, por eso de ser bola) no estaban nada de moda, en especial si hacemos referencia a los personajes de la Marvel (DC sí que había tenido éxito con sus franquicias de Superman y Batman, iniciadas en 1978 y 1989 respectivamente). Los intentos de Marvel por subirse al carro del éxito financiero (y publicitario) se estrellaron con películas tan memorables como "Howard el pato" (1986), "Punisher" (1989) o "El Capitán América" (1991). Para su primer resultado aceptable tuvo que esperar hasta que en 1998 se estrenó "Blade" (aunque claro, con ese personaje resultaba difícil capitalizar la inversión más allá de la concesión de licencias para las secuelas).

A decir verdad, la situación de la compañía durante la segunda mitad de los 90 fue bastante delicada, con múltiples cambios de dueño e incluso una declaración de bancarrota. Todo esto cambiaría entrando en el siglo XXI, y en no poca medida gracias al lanzamiento de varias franquicias exitosas en los cines de todo el mundo. En especial las de los X-Men y la de Spider-Man.

En el año 2000, decía, Bryan Singer estrenó "X-Men", una película modesta (75 millones de dólares de presupuesto) basada en una de las líneas de comics más exitosas. Acabó recaudando unos 300 millones en todo el mundo, la novena película más taquillera del año, gracias a una combinación de personajes interesantes (y buenas elecciones de casting), efectos especiales y acción con el trasfondo justo.

Tres años después se estrenó la segunda parte ("X2: X-Men united"). Gracias al resultado comercial de la primera, Singer contó con un presupuesto más holgado, al nivel de las grandes producciones (de entonces): 110 millones de dólares (parte del incremento se fue en sueldos más altos). Tanto a nivel artístico como económico, la segunda película supuso una mejora. La inyección monetaria permitió abundar más en los superpoderes mutantes, pero no se perdió de vista el que el largometraje era en el fondo una historia de personajes rechazados (y del modo en que se enfrentan a ese rechazo).
Llega el 2006 y Singer está ocupado rodando una de las películas más caras de la historia: "Superman returns". La Fox, dueña de la franquicia, no quiere esperar y cede las riendas de la dirección a un nuevo director: Brett Ratner ("Hora punta" 1 y 2, "El dragón rojo"). Además, como se supone que será la entrega final de la trilogía, tiran la casa por la ventana, presupuestando la película en unos insanos 210 millones de dólares. ¿Cuál ha sido el resultado?

Pues, como suele pasar, la creatividad ha sido sepultada por esa montaña de oro (y también un poco por culpa de los egos implicados). "X-Men: La decisión final" es una película de acción resultona, con algunas escenas espectaculares y, sobre todo, mucha desmesura, pero con graves carencias a nivel de guión y ritmo. Uno de los lastres de la franquicia ha sido siempre la multiplicidad de protagonistas, que obliga a repartir tiempo de desarrollo entre ellos (dando prioridad a unos sobre otros). Cada nueva entrega exige más y más mutantes, así que el problema no hace sino agravarse. Lo peor, sin embargo, es la trivialización del guión. La franquicia había apostado por un enfoque pseudorealista, con relaciones bien trabajadas para apuntalar la imposibilidad de los superpoderes. En esta nueva entrega, a partir de la quinta réplica supuestamente ingeniosa, dejé de contar; el problema es que no hay mucho más donde agarrarnos. Hasta Magneto (Ian McKellen) ha perdido casi por completo su profundidad, quedando en poco más que una copia unidimensional (y monomaniática) de sí mismo.

El segundo problema es que las exhibiciones de proezas ya no maravillan, sólo apabullan. Parte de la culpa recae en que de donde no hay no se puede sacar (Juggernaut, Kitty Pryde, Ángel, Coloso, Bestia...), pero también reside en la forma de plasmar la acción. Después de todo, hasta Sapo era espectacular en la primera X-Men. Para competir con el cómic, una película debe recurrir al dinamismo de las imágenes y a una cuidadosa coreografía, exprimiendo hasta el máximo las posibilidades que ofrece el medio. Buenos ejemplos de lo que comento podemos encontrarlos en la segunda entrega (el ataque de Rondador Nocturno al presidente, la fuga de la cárcel de Magneto o los tornados invocados por Tormenta para escapar de los cazas...). Y algo que deberían haber aprendido los productores es que ese nivel de creatividad sólo se alcanza permitiendo que cada mutante se luzca de forma individual (el conjunto siempre ha sido más pobre que la suma de sus partes). En "X-Men: La decisión final", sólo Magneto tiene un par de momentos para lucirse (aunque en la escena del puente no se puede sino preguntar para qué tanto exhibicionismo).

No entraré a considerar si la historia tiene sentido como adaptación del cómic (no mucho, témome). Es más grave el que no tenga demasiado sentido como entidad independiente. Así pues, la película se queda en un espectáculo de efectos especiales más que competente, pero sin alma. Para disfrutar a ratos (sin prestar excesiva atención al diálogo) y olvidar al abandonar la sala de cine. Por cierto, si se espera hasta el final de los títulos de crédito (amenizados por la poco inspirada banda sonora de John Powell), nos vemos recompensados con la típica escenita sorpresa, que en este caso no hace sino confirmarnos que, pese a su grandilocuente subtítulo, "X-Men: La decisión final", no ha tenido la intención (ni el valor) de ser definitiva de verdad.
La escalada presupuestaria condena en principio a la franquicia al letargo (siempre y cuando los extraordinarios resultados financieros que ya apunta, con el segundo mayor viernes de la historia -va a ser la quinta película en recaudar más de 100 millones en tres días-, no hagan replantearse el asunto a los directivos de la Fox). Para el futuro queda el estreno en solitario de Hugh Jackman como Lobezno, previsto para el año que viene. Para el pasado, dos grandes dramas de acción que, desgraciadamente, no han disfrutado de una conclusión a la altura.

Actualización:

Según las estimaciones, "X-Men: The last stand" ha recaudado 107 millones en su primer fin de semana (como en EE.UU. el lunes es festivo, las estimaciones oficiales no se conocerán hasta mañana). Esto la sitúa justo en cuarta posición histórica, por detrás de "Shrek 2" (aunque un pequeño empujoncito podría subirla hasta la segunda posición cuando se conozcan los números definitivos). Aún es muy pronto para lanzar cualquier predicción a largo plazo, pero este resultado garantiza los 250 millones (en EE.UU) y unos 500 en todo el mundo (sería bastante más de no ser la segunda secuela de una película basada en un cómic).

Actualización 2:

Pues va a ser que no. Según las estimaciones oficiales, "X-Men: The last stand" se quedará en "apenas" 103 millones de recaudación para el fin de semana (120 para los cuatro días). Lo cual, básicamente, apoya los números finales que manejaba en la Actualización 1.

Mundos Freakticios

Hala, otro blog más liberado en las procelosas aguas de internet. ¿Hacía falta? Pues no, más bien ninguna, pero mira, como tampoco hará ningún mal (espero), allá va.

¿Qué será esto de Mundos Freakticios? Bueno, aparte de un juego de palabras realmente penoso, será un espacio para comentar películas, libros y cualquier otra ficción (esté de rabiosa actualidad o no), que tengan, aunque sea por los pelos, algún aspecto que pueda tildarse de freak. Ahora, la pregunta de la sexta potencia de diez: ¿Qué significa eso de ser freak?

Con toda la chorrada de los últimos días la cuestión está más imprecisa que nunca. No creo que ninguna de las definiciones "clásicas" valga para mucho. ¿Una afición desmesurada? ¿Algo que interese sólo a unos pocos? ¿Cualquier cosa rara? A elegir; todas son adecuadas e incompletas por igual. A efectos prácticos, freak será cualquier cosa que me interese comentar. Y como todo esto no es sino un desperdicio de palabras, creo que me remitiré a las entradas que se sucedan para que cada cual, si lo desea (tampoco hace ninguna falta), se componga su propia idea de lo que considero freak.

Hasta más leer.

Mundos Freakticios