El palacio de la Luna
Venga, en honor del nuevo premio Príncipe de Asturias de las letras, la entrada de hoy estará dedicada a "El palacio de la luna" (Paul Auster, 1989).
Ante todo, vaya por delante que esta novela casi podría calificarse sin rubor dentro del género de la fantasía, por las inverosímiles casualidades que conforman el núcleo de la narración. Se trata de la única novela de Auster que he leído, y además de prestado, sin que me haya formado una opinión definitiva sobre ella y sobre la narrativa que representa (no me inclinó a buscar otras novelas suyas, aunque la de "El país de las últimas cosas" me llama bastante). Por los comentarios de los últimos días en los informativos parece ser bastante representativa de su producción.
Se trata de la narración de Marco Stanley Fogg, un joven neoyorkino que, a la muerte de su tío Victor, su única familia, entra en un período de apatía autodestructiva de la que es rescatado por una chica, Kitty Wu. Justo cuando las cosas parecen ir mejorando, un nuevo golpe lanza a Fogg de vuelta al desconcierto y a la búsqueda de su identidad (no conoce quién es su padre). Revelar mucho más sería contraproducente, ya que la gracia del libro reside en acompañar a Fogg a través de los avatares del destino y de las revelaciones sorpresa.
El libro está plagado de referencias, y no sólo externas, sino que hay todo un inmenso capítulo autorreferente (la sinopsis de una novela, de hecho, así que no sólo es un ejercicio de metaliteratura, sino además, una ficción dentro de una ficción), que "justifica" buena parte del libro... criticándolo. A decir verdad, no suelen gustarme este tipo de intromisiones del autor en su obra, y es una de las razones por las que no acabo de decidirme sobre si me gustó o no el libro. Sin embargo, el estilo es impecable y la narración (salvo por lo que respecta a la antedicha intrusión) fluida, por lo que resulta agradable de leer (aunque los hechos en sí sean a menudo dramáticos e incluso trágicos).
Según palabras del propio autor, "El palacio de la Luna" constituye una crítica a la noción del progreso. La vida se repite cíclicamente, como las fases de la Luna, y los personajes se ven abocados a repetir los mismos errores de sus padres. La novela esquiva por los pelos el "pasarse de lista" y supongo que ése es el mérito de Auster, lograr colarnos las referencias, las casualidades y los fragmentos autoexplicativos, sin darnos la impresión de regodearse en su propia habilidad.
Ante todo, vaya por delante que esta novela casi podría calificarse sin rubor dentro del género de la fantasía, por las inverosímiles casualidades que conforman el núcleo de la narración. Se trata de la única novela de Auster que he leído, y además de prestado, sin que me haya formado una opinión definitiva sobre ella y sobre la narrativa que representa (no me inclinó a buscar otras novelas suyas, aunque la de "El país de las últimas cosas" me llama bastante). Por los comentarios de los últimos días en los informativos parece ser bastante representativa de su producción.
Se trata de la narración de Marco Stanley Fogg, un joven neoyorkino que, a la muerte de su tío Victor, su única familia, entra en un período de apatía autodestructiva de la que es rescatado por una chica, Kitty Wu. Justo cuando las cosas parecen ir mejorando, un nuevo golpe lanza a Fogg de vuelta al desconcierto y a la búsqueda de su identidad (no conoce quién es su padre). Revelar mucho más sería contraproducente, ya que la gracia del libro reside en acompañar a Fogg a través de los avatares del destino y de las revelaciones sorpresa.
El libro está plagado de referencias, y no sólo externas, sino que hay todo un inmenso capítulo autorreferente (la sinopsis de una novela, de hecho, así que no sólo es un ejercicio de metaliteratura, sino además, una ficción dentro de una ficción), que "justifica" buena parte del libro... criticándolo. A decir verdad, no suelen gustarme este tipo de intromisiones del autor en su obra, y es una de las razones por las que no acabo de decidirme sobre si me gustó o no el libro. Sin embargo, el estilo es impecable y la narración (salvo por lo que respecta a la antedicha intrusión) fluida, por lo que resulta agradable de leer (aunque los hechos en sí sean a menudo dramáticos e incluso trágicos).
Según palabras del propio autor, "El palacio de la Luna" constituye una crítica a la noción del progreso. La vida se repite cíclicamente, como las fases de la Luna, y los personajes se ven abocados a repetir los mismos errores de sus padres. La novela esquiva por los pelos el "pasarse de lista" y supongo que ése es el mérito de Auster, lograr colarnos las referencias, las casualidades y los fragmentos autoexplicativos, sin darnos la impresión de regodearse en su propia habilidad.
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