Mundos Freakticios

Cine y literatura con un puntillo freak.

6/15/2006

El globo de oro

Una misteriosa raza extraterrestre llegó al sistema solar y ocupó la Tierra y Júpiter en cuarenta y ocho horas, exiliando a los restos de la raza humana a cualquier otro pedazo de roca que la tecnología pueda hacer habitable, principalmente la Luna, pero también Marte, Oberón, Plutón, Caronte... Los adelantos médicos han convertido a los seres humanos en prácticamente inmortales, las grandes colonias están administradas por superordenadores y las reglas sociales han sufrido un profundo cambio, en especial en lo referente a cuestiones sexuales. Es el universo de "Los Ocho Mundos", utilizado como marco por John Varley para varias de sus historias, incluyendo la que nos ocupa, "El globo de oro" (1998).

La novela sigue las peripecias de Sparky Valentine, actor itinerante, mientras trata de alcanzar a tiempo la Luna, partiendo desde el más remoto confín del sistema solar, Plutón, con tal de poder interpretar al rey Lear en una producción histórica. Claro que no todo podía ser tan fácil. No sólo está sin un duro, sino que además le persigue implacablemente la mafia carontesa y, con no menos insistencia, los fantasmas del pasado (buena parte del libro consiste en flashbacks de cuando fue, durante veinte años, el protagonista de la famosa serie infantil "Sparky y su pandilla").

De todas formas, lo bueno de la novela, como ocurre con todas las de Varley que he leído, no es la trama. Ésta suele ser bastante lineal y simple: un personaje empujado por las circunstancias en una dirección determinada. Lo que en realidad es atrayente es la ambientación. Se podría decir que se cambian las tornas, el contexto se convierte en historia y viceversa. Mientras acompañamos a Sparky en sus peripecias vemos el mundo a través de sus ojos y narrado por él, ya que, a modo de cicerone, va desgranando sus opiniones sobre tal y cual cosa en primera persona (con un estilo bastante informal). Así comenzamos en Plutón, conocemos Caronte a través de lo que nos cuenta de él, viajamos hasta Oberón y visitamos la Luna, desempeñando diversas artes escénicas, no siempre legales. Por entre medias, en periodos concretos de quietud, hacen su aparición los flashbacks que nos relatan hechos acontecidos casi un siglo antes. Para estos fragmentos utiliza la tercera persona, pero no el narrador omnisciente, sino un narrador pegado justo sobre el hombro de Sparky, que sólo puede saber lo que él sabe. La diferencia estriba en que no enjuicia nada ni lo comenta, recibimos la información sin procesar, aunque es posible que más tarde el narrador en primera persona ofrezca su visión de los hechos, una vez concluido el flashback (desde luego, su visión subjetiva). De tanto en tanto, también recurre a la segunda persona para servir de nexo entre bloques. Como puede verse, una estructura compleja que tiene un objetivo concreto (no lo revelaré por no contar más de la cuenta y arruinar la lectura).

Dejando de la lado este aspecto de la narración (que suena más técnico y forzado de lo que se percibe simplemente leyendo), Varley demuestra una vez más que es un maestro de la creación de sociedades adaptadas a nuevas necesidades y experiencias (quien no lo haya hecho ya, que corra a leerse "La persistencia de la visión"), en este caso generadas por el entorno post-invasión, dos o tres avances tecnológicos primordiales y una nueva moral sexual nacida de la ruptura de muchos tabúes. El mundo futuro de Varley es casi tan exuberante como los de Egan (aunque con menor carga científica), con maravillas surgiendo a cada paso y sin que podamos dar nada por sentado. También es coherente consigo mismo, lo cual es una suerte, pues nos ofrece a dónde asirnos cuando el suelo que nuestras preconcepciones habían considerado sólido se desmorona bajo nuestros pies. Incluso se produce cierto crossover con los hechos narrados en "Playa de acero" (la protagonista de aquel libro aparece como secundaria en éste).

Por si aún hiciera falta recalcarlo: una novela muy entretenida.

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